Por: Ana Magdalena Rodríguez @_anamagdalena
En nombre de garantizar a unos cuantos sus deseos de velocidad, sacrificamos la serenidad de todas y ponemos en riesgo a quienes no se muevan en una coraza de metal de, al menos, una tonelada.
Basta con salir de nuestra casa o nuestro lugar de trabajo y realizar un ejercicio concienzudo de observación, para darnos cuenta de cómo hemos normalizado el acaparamiento de la calle. Si analizamos quién ocupa este valioso recurso del entorno urbano, que es el espacio público, veremos cómo le hemos estado entregando a los autos algo que debería de ser para el aprovechamiento de todas las personas. Cada calle pierde dos carriles que se destinan a guardar muebles que dan un beneficio privado. Se destinan al menos dos metros y medio de cada lado para tener estacionados autos y más autos que, incluso, llegan a causar conflictos vecinales siendo la tercera causa que más los provoca a nivel nacional (INEGI, 2024). Estos problemas podrían evitarse si entendiéramos que este bien privado debe resguardarse en el espacio privado, pues en el espacio público hay una gran cantidad de usos además del transitar, que necesitan espacio y no podemos permitir que se siga desperdiciando en estacionamiento vehicular.
Según el último censo (INEGI, 2020) sólo el 46.5 % de las viviendas mexicanas cuentan con un automóvil. Es decir, estamos cediendo casi toda la calle a menos de la mitad de las viviendas del país. Entre infraestructura para el auto, estacionamiento en vía pública, autos abandonados y estacionamientos privados, el paisaje urbano parece estar hecho para los coches y no para las personas. Si hoy en día llegaran seres de otro planeta, intentarían comunicarse primeramente con un auto, porque el espacio indica que todo está hecho a su medida, por lo tanto serían los “seres” que dominan la Tierra.
Esta “dominación” no sólo se manifiesta cuando los vehículos están estacionados sino también cuando están en movimiento. No conformes con que ocupen nuestro espacio público, nos arrebatan nuestra tranquilidad de poder cruzar la calle con calma. En nombre de garantizar a unos cuantos sus deseos de velocidad, sacrificamos la serenidad de todas y ponemos en riesgo a quienes no se muevan en una coraza de metal de al menos una tonelada. Estos acorazados circulan a exceso de velocidad principalmente donde se corre mayor riesgo, es decir, en zonas vulnerables donde abundan escuelas, parques y viviendas. En estas zonas vulnerables hay un mayor porcentaje de vehículos que exceden los límites establecidos llegando hasta el 25 %, o lo que es lo mismo, 1 de cada 4 vehículos transita de manera riesgosa donde hay mayor vulnerabilidad (Monclús, Ortega y Riveroll, 2018) sin que esto represente restricciones, amonestaciones o castigos de ningún tipo.
Este fenómeno sucede no sólo en las ciudades mexicanas, pero desde este territorio hoy estamos al filo del umbral en el que decidimos cambiar para mejorar o continuar empeorando nuestra situación. Existe actualmente un marco normativo federal sobre movilidad que pone a las personas en el centro; sin embargo, no ha terminado de permear en el marco local. Además, la existencia de esta reglamentación no es garantía ni de que se aplique ni de que se atienda por parte de las autoridades y la ciudadanía respectivamente. Por ejemplo:
- Se sigue prohibiendo el juego e indicando la obligatoriedad del uso de los puentes anti-peatonales, aunque todo el marco de referencia y sus normas indiquen que esa visión es obsoleta.
- Se indica un nuevo límite de velocidad en la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial (LGMSV), pero a nivel local se siguen construyendo vías de acceso controlado en las que este límite no aplica.
- Segundos pisos, pasos a desnivel, túneles, viaductos y más infraestructura (obsoleta) para el auto, están a la orden del día en el discurso político que parece alejarse cada vez más de las necesidades de las personas.
Se cuenta hoy en día con la Norma Oficial Mexicana sobre diseño de vías urbanas, que es por demás progresista y avanzada para el diseño y rediseño de calles, pero no se tienen mecanismos que garanticen que se atienda a nivel local. En papel tenemos la intención de vivir en calles para la convivencia, pero las acciones nos alejan de que eso pueda ser una realidad cercana.
¿Qué hacer frente a un rezago de casi 100 años de calles humanas?
Desde la mejora o construcción de infraestructura, el planteamiento de normas claras que se comuniquen eficazmente, la expedición más restringida de licencias de manejo, reducción de velocidades en vías urbanas y un largo etcétera, hay por demás estrategias a implementar pero la voluntad política no ha estado a la altura de la exigencia ciudadana. Los y las activistas han planteado un sinfín de soluciones, estudiando las posibilidades, y se han convertido incluso en expertas durante sus tiempos libres para enfrentarse cada 3 años con diferentes actores que parece que lo único que tienen en común son oídos sordos a las exigencias para atender la urgencia de actuar ahora.
Aunque el panorama parezca complicado, hace 10 años no podríamos haber imaginado tener un marco legislativo-normativo como el que tenemos hoy. No había referencias de cómo realizar la transformación de una calle desde una perspectiva de movilidad sostenible que tuviera una visión holística donde se priorizara a personas de grupos en situación de vulnerabilidad. Mientras que las y los gobernantes han cambiado, la sociedad civil ha permanecido cada vez mejor comunicada y se ha podido acompañar a nuevos y nuevas activistas que se suman a la causa, reduciendo las curvas de aprendizaje; y no solo desde el activismo si no que ha habido la apertura de acompañar incluso a gobiernos locales que muestran el interés de cambiar su panorama.
Hoy celebramos como hito la redacción de los Derechos Peatonales, que además podemos comunicar de manera gráfica y que, sin duda, han logrado permear en más de una persona tomadora de decisión y, sobretodo, en más de una persona de la ciudadanía que ha decidido organizarse para exigir que estos derechos se tomen en cuenta. Hemos encontrado aliadas y aliados en otros colectivos, organizaciones, instituciones e incluso gobiernos, con quienes hemos podido avanzar en la construcción de mejores ciudades. También nos han encontrado otras personas que pueden tomar materiales, ejemplos y herramientas para hacer lo que puedan desde su lugar, desde sus propias calles.
Celebremos el camino recorrido sin olvidar el trabajo que hemos hecho en cada paso dado. Continuemos caminando juntas en este largo camino de hacer calles dignas para todas y seguramente en 10 años continuaremos celebrando que ahora sí podemos cruzar la calle con la calma que siempre hemos anhelado.
* Ana Magdalena (@_anamagdalena) es feminista, amante de las ciudades y la arquitectura. Actualmente es consultora de urbanismo, profesora y coordinadora general de Liga Peatonal (@LigaPeatonal).